“Yo salí de ahí distinta. Sabía que la educación no solo informaba, también transformaba.”

Hoy vengo a contarles la historia de cómo Poderosas Colombia cambió mi vida.

Soy Juliana Castrillón, tengo 22 años, estudio Ciencia Política y Comunicación en la Universidad Icesi y soy Poderosa desde el 2021.

A mis 17 años, con mis amigas de toda la vida —con las que comparto un amor grandísimo por el servicio y la labor social en mi ciudad—, participamos en un taller intensivo sobre la sexualidad, los derechos sexuales y reproductivos, y todo lo que nos atraviesa como mujeres, gracias a los Clubes Rotarios de Cali: Cali Norte y San Fernando. Rotary fue el puente para que Poderosas llegara a nuestras vidas y cambiara nuestra forma de ver el mundo.

En dos semanas aprendimos sobre el autoconocimiento, la sororidad, los tipos de consentimiento que existen y un sinfín de conceptos que nos prepararon para tomar decisiones informadas sobre nuestro cuerpo y nuestra vida. Pero la verdadera transformación… no ocurrió ahí.

Por cosas de la vida, no pude terminar el círculo completo. Fue en enero del 2022, frente a 35 niñas de Bienestar Familiar, en Casa María Goretti… donde realmente me gradué, donde experimenté el verdadero poder del conocimiento.

Recuerdo llegar con carteleras hechas a mano, materiales, impresiones… y un montón de ganas de conocerlas, junto a Eli (nuestra mentora), Sofi Amaris, Dani Bolaños y Sofi Hurtado. Sabíamos que esas jóvenes no lo habían tenido fácil, tenían mi misma edad… o eran menores.

Los primeros días, algunas no querían estar allí, otras no se llevaban bien… o simplemente no tenían disposición para escuchar. Pero mientras avanzaban los días, algo empezó a cambiar. Había más curiosidad: empezaron a hacer más preguntas, a contar lo que les gustaba y lo que no.


Porque lo que hace Poderosas en sus círculos de aprendizaje es crear un ambiente seguro para poder hablar y compartir. Y eso logramos con ellas: logramos que contaran sus historias.

Historias que dolían, porque eran sobre violencias y vulneraciones de derechos. Por algo estaban en una casa de Bienestar Familiar. Historias que ninguna niña o joven debería vivir en Colombia.

Con ellas aprendí tres cosas muy importantes:

  1. La educación rompe silencios. Y aprendí —a las malas— que guardar lo que ellas me contaban, porque confiaban en mí, era también ser cómplice de los abusos que habían vivido. Como se abrieron conversaciones, se activaron rutas.

  2. La desigualdad no siempre es material. Muchas veces es una desigualdad en conocimiento. Los jóvenes necesitamos educación en derechos sexuales y reproductivos en todos los estratos sociales.

  3. La educación hace visible lo invisible.

Yo salí de ahí distinta. Sabía que la educación no solo informaba, también transformaba.

Así que en el 2022, con 19 años, entré a la universidad, y con todo ese camino recorrido, no podía sino seguir explorando el tema.

En mis clases de investigación trabajé sobre autocuidado, derechos sexuales, el cuerpo y el consentimiento. Y encontré amigas que, como yo, creen que la educación y la palabra pueden transformar realidades.

Llegó una oportunidad única: Oralia. Un evento donde estudiantes de segundo semestre exponen un tema relevante frente a más de 100 personas. Mi tema, por supuesto, fue la educación sexual.

Saqué un Satisfyer frente a toda la audiencia. De hecho, el título era: “Mamá, ¿me compras un Satisfyer?” Pasé de una experiencia personal a algo que todos los jóvenes hemos vivido, pero que por miedo, por tabúes y por desinformación dejamos de hablar, aunque sea importante.

La reacción fue increíble. Ese día confirmé que el conocimiento da seguridad, que te da herramientas y que te cambia la forma de ver el mundo.

Porque eso es Poderosas para mí: un despertar, un espacio para romper el silencio, para desaprender y reaprender, para compartir.

Hoy sé que hablar… salva.
Y que acompañar… puede cambiarle la vida a alguien.

-Juliana, poderosa de Cali desde 2021.

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“Empecé a verme con otros ojos: con los míos, no con los que el mundo quería ponerme.”